Por Luis Porto y Betilde Muñoz-Pogossian, Bloggero Invitado
Los procesos de aprendizaje son causa y consecuencia de diferentes sistemas de interacción social y en este marco se deben analizar a la hora del diseño y la implementación de las políticas educativas.
Muchos hemos escuchado, por ejemplo, que si sabemos dónde vive una persona, si conocemos su código postal o su dirección, será fácil predecir no solo su trayectoria educativa sino además sus oportunidades de movilidad social, de desarrollar una vida digna, y de contribuir activamente (o no) a la transformación de sus comunidades y de sus países. Y esto porque el “donde vive una persona” nos brinda información relevante del contexto en el que se desarrolla el niño, no solo desde el punto de vista socio económico o demográfico sino además desde el punto de vista del conjunto de derechos humanos a los que la persona accedió o no pudo acceder desde incluso antes de nacer, afectando de esta forma su desarrollo sicomotor: las condiciones de hacinamiento, la educación de la madre, el nivel de nutrición en los primeros años de vida de la persona son algunos de los factores que incidirán en el desarrollo de sus capacidades cognitivas y de aprendizaje.
Esto confirma el hecho de que, a pesar de las importantes inversiones en materia educativa en las Américas en las últimas décadas, reflejada en el incremento de los presupuestos educativos en relación con el PBI en cantidades similares, en algunos casos, a los países de la OCDE (6%), aún podemos observar que el derecho al acceso a una educación de calidad es un tema pendiente para la región. ¿Qué evidencia tenemos de que no alcanzamos las metas educativas que merecen nuestros pueblos? Si miramos los resultados de las pruebas internacionales como PISA, los países participantes de la región son categorizados en los últimos lugares del ranking. Persisten aun también problemas de escolarización y aprendizaje que profundizan la brecha de desigualdad entre poblaciones de acuerdo a sus niveles socioeconómicos, y en razón de otras características que generan situaciones adicionales de discriminación y exclusión social.
Para citar algunos datos, en el nivel pre-primario la matriculación asciende al 66%, aunque en algunos países es del 90% y en otros del 20%. En el caso de la educación primaria, donde la región tiene una tasa de cobertura del 95%, los factores socioeconómicos estructurales han impedido que se logre su universalización. Asimismo, la región ha tenido un avance muy lento en el crecimiento promedio de la matrícula del nivel secundario que asciende a un 50%, y solo un 25% de los adolescentes y jóvenes del quintil más pobre finaliza sus estudios secundarios, en comparación con el 75% del quintil más rico[1]. Según UNICEF, 1 de cada 3 adolescentes en edad escolar no están inscritos en la escuela secundaria, y 30 millones de jóvenes/adolescentes trabajan de forma informal y en condiciones difíciles. Esta situación se profundiza con población migrante y con discapacidad[2]. Entre éstos últimos, solo entre el 20% y el 30% asiste a la escuela.
La persistencia de resultados insatisfactorios a nivel educación en la región, y de la desigualdad en las Américas, nos llama a reflexionar no solo acerca de los resultados obtenidos de las prácticas y políticas implementadas hasta el momento sino también, y fundamentalmente, a revisar las modalidades de intervención y la medida en que éstas atienden de forma combinada o aislada los factores que inciden en el éxito de los procesos de enseñanza y aprendizaje. ¿Cómo está contribuyendo hoy la visión que tenemos de la educación, y el funcionamiento de los sistemas educativos, al objetivo de superar las desigualdades y generar sociedades más incluyentes? Pensar esto es fundamental para que la educación continúe valorizándose socialmente como una herramienta esencial para el desarrollo humano.
Es precisamente esto lo que la Organización de los Estados Americanos en cooperación con el Diálogo Interamericano y la CAF Banco de América Latina buscaron hacer a través de la «Guía Interamericana de Estrategias de Reducción de la Desigualdad,” un primer ejercicio teórico-práctico que busca contribuir con una mirada integral al campo de la educación, y resalta en su análisis la importancia de prestar atención a las condiciones socioeconómicas de los estudiantes y sus familias, y la necesidad de pensar la oferta pedagógica de forma integral, y adecuándola al capital cultural de los estudiantes y sus comunidades. Se trata de un trabajo exploratorio que busca arrojar luz sobre prácticas educativas que pueden compensar, o atacar en alguna medida la desigualdad “previa” de acceso a derechos de las personas. No se trata de un manual de recetas, porque como ya fue señalado, no se puede trasladar prácticas educativas que han tenido resultados positivos en determinados contextos, determinadas comunidades educativas, determinados marcos aspiracionales de los grupos de identidad en que están insertas esas personas y sus familias, etc…
El texto está organizado en cinco secciones, abordando variables como la desnutrición, origen socioeconómico, situación de discapacidad, o acceso a vivienda digna o servicios de salud, entre otras carencias importantes para el desarrollo educativo de niños y jóvenes que no siempre son analizadas de forma integral.
El Capítulo 1 de la Guía Interamericana se enfoca en el Desarrollo Infantil priorizando la discusión de porque es importante abordar la inequidad en la edad temprana. Tal como plantea el documento, la primera infancia es un período crítico para las intervenciones que buscan reducir la inequidad educativa y social y la pobreza en general ya estos primeros años de vida son determinantes para el desarrollo físico, cognitivo y socioemocional de los niños. Es en estos años donde se potencian o rezagan la formación de habilidades para la vida, que les ayudan a los niños a seguir aprendiendo a lo largo de sus vidas. Sobre la base de estudios empíricos (Naudeau, Kataoka, Valerio, Neuman, y Kennedy Elder, 2011), la Guía establece que factores como una mala alimentación, poco estímulo en el hogar, y/o falta de acceso a centros de cuidado o preescolares de calidad son causantes de que muchos niños no se desarrollen al nivel que deberían. El documento plantea estrategias para potenciar la formación de habilidades para la vida en la edad temprana, tales como los programas de visitas domiciliarias, el establecimiento de centros de cuidado infantil, y un mejor acceso y calidad en la educación inicial, entre otras.
La educación primaria es un período crítico de la oferta educativa. Mientras la edad temprana (0-5) años es la edad más importante para el desarrollo cerebral en los humanos, es en la educación primaria que se sientan las bases del conocimiento académico y se aprenden habilidades tan esenciales como leer, escribir, y usar matemáticas básicas, que son importantes para preparar a los niños para niveles de aprendizaje más avanzados y para la vida en general.
En el Capítulo 2 de la Guía Interamericana de Desigualdad Educativa se aborda la educación primaria obligatoria y gratuita como un derecho humano universal, lo que ha llevado a que, en las Américas, casi se ha logrado universalizar la asistencia a la educación primaria, con muchos países llegando a una tasa neta de matrícula en primaria cercana al 100%.
Esta sección de la Guía mapea los retos que persisten en el alcance de esta universalización de la educación primaria, y se plantea la situación diferenciada en acceso a la educación para particularmente poblaciones en situación de pobreza y vulnerabilidad, así como los niños indígenas, afrodescendientes y los niños con discapacidad o con necesidades específicas de apoyo educativo. La Guía reseña algunas de las estrategias utilizadas para fortalecer el aprendizaje en la educación primaria incluyendo el desarrollo de políticas de aprendizaje centrado en el estudiante, el énfasis en la lectura en grados iniciales, la educación inclusiva, y la educación intercultural bilingüe, entre otras.
El Capítulo 3 aborda la educación secundaria poniendo especial énfasis en la trayectoria educativa de los niños en situación de pobreza y vulnerabilidad. Este grupo desarrolla déficits de aprendizaje que causan que se atrasen académicamente, repitan uno o más años, y desarrollen actitudes negativas hacia la escuela. La complejidad de la adolescencia impone una serie de temas adicionales que retan las capacidades de los sistemas educativos en garantizar la calidad y pertinencia de la educación, así como la permanencia de estos jóvenes en el sistema educativo. Algunos de estos temas abordados en la Guía incluyen la situación de los que no ingresan a la escuela secundaria o la abandonan tempranamente por la necesidad de empezar a trabajar o cumplir con otras responsabilidades, incluyendo la situación de las mujeres jóvenes en situación de maternidad temprana, así como aquellas que tienen desde jovencitas responsabilidades asociadas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. Entonces, ¿cómo pueden los sistemas educativos transformar la secundaria para reducir la desigualdad, mejorando así las tasas de graduación y los niveles de aprendizaje de los jóvenes en situación de pobreza y vulnerabilidad? Entre las estrategias mapeadas en este capítulo de la Guía se incluye el uso de las transferencias monetarias condicionadas, la implementación de programas de tutoría y acompañamiento, y de reinserción escolar, entre otros. La última sección del texto enumera las principales lecciones para la implementación de estrategias de reducción de la desigualdad educativa, es decir, recomendaciones concretas que pueden ser útiles en la planeación de estas acciones y de las políticas educativas orientadas a la equidad.
Esta contribución de la OEA, en coordinación con el Diálogo Interamericano y con apoyo de la CAF Banco de América Latina busca revertir, como ya fue señalado, ese adagio que dice que “si sabemos dónde vive una persona, si conocemos su código postal o su dirección, podríamos predecir su trayectoria educativa.” Este documento parte de la base de que la desigualdad en materia de acceso a derechos humanos básicos es una de las causas más importantes de la desigualdad educativa, y solo abordándolas de forma integral podremos empezar a tener los resultados que queremos para los niños y jóvenes de la región. Desde OEA, creemos que podemos contribuir a conectar acciones para que los derechos de carácter universal se expandan y se concreten en la región y para promover el reconocimiento del derecho a la igualdad y a la no discriminación. La educación es así una de las principales herramientas para lograrlo.
**Los puntos de vista son a título personal. No representan la posición de la OEA.
[1] UNESCO (2014). Situación Educativa de América Latina y el Caribe. El documento se accede a través de este enlace.
[2]UNICEF, “Hechos sobre Adolescencia y Jóvenes en América Latina y el Caribe”. Extraído de: http://www.unicef.org/lac/Fast_facts_SP%281%29.pdf. Visitado por última vez el 17 de noviembre de 2014.