Por el bloguero invitado de GRT, Narayan Subramanian, Oficial de Políticas Climáticas en «Independent Diplomat»/Diplomático Independiente
El Acuerdo de París aprobado por 194 países el pasado Diciembre fue un importante logro global. El Acuerdo establece un marco para combatir el cambio climático en las próximas décadas. Dentro de este marco existe un mecanismo que revisa y estimula el progreso en ciclos de cinco años y es también una clara señal para los gobiernos y la comunidad mundial de inversionistas que ha llegado la era “baja en carbono”.
Más de 180 países, que abarcan tanto los países desarrollados como en desarrollo, se han comprometido a tener distintos niveles de participación en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, los países en desarrollo están preocupados con la cuestión de cómo financiar su transición a la energía limpia. Particularmente para la India, se estima que para lograr el objetivo para el 2030 este tendría un costo de 2.5 billones de dólares – si el dinero es concedido, provendría de una variedad de fuentes tanto públicas como privadas, pero también una cantidad considerable tendrá que provenir de la financiación del clima en el extranjero.
En los últimos años, el debate sobre la financiación del cambio climático ha girado en torno al Green Climate Fund (GCF)/»Fondo Climático Verde», que se estableció en conjunto con el compromiso de los países desarrollados en la Conferencia del Clima de Copenhague en el 2009 para movilizar US $100 millones de dólares anuales para la financiación del clima para el 2020. En ese momento, se acordó que el objetivo se lograría a través de una “amplia variedad de fuentes, públicas y privadas, bilaterales y multilaterales, incluyendo fuentes alternativas de financiación”. Muchos asumieron que el GCF seguiría siendo el principal vehículo para la entrega de fondos para la financiación del clima, pero en el período previo a la Cumbre del Clima en París, la capitalización inicial (alrededor de US $10 millones de dólares) lamentablemente inadecuada de la GCF se convirtió en un motivo de preocupación.
En Octubre del año pasado, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) publicó un estudio afirmando que las finanzas del clima se deriva de fuentes privadas y públicas en el mundo desarrollado que podría estimarse en aproximadamente $60 mil millones de dólares. La noticia fue recibida con escepticismo por parte de los países en desarrollo, los cuales insistían que habían visto muy poco aumento en la financiación del clima. El informe de la OCDE se vio materializado en estos países más como una “contabilidad y ejercicio metodológico”, en vez de un serio intento de aumentar los flujos financieros para ayudar a los países en desarrollo en sus esfuerzos de mitigación y adaptación al cambio climático.
El Acuerdo de París fue un paso monumental para la lucha global contra el cambio climático, pero como dice el cliché, el verdadero trabajo comienza ahora. Así como aumenta la proporción de emisiones globales de gases de efecto invernadero por parte de los países desarrollados en los años que vienen, es probable que el argumento de la equidad de Norte-Sur prevalezca con más fuerza (si no, con aún más) que el argumento a favor de la protección del planeta. La asistencia financiera para los países en desarrollo debe ser mayor, así como consistente. Aún más importante para algunos de los países más vulnerables del mundo es que la financiación del clima debe incluir apoyo para la adaptación para el cambio climático. Mientras que el GCF se ha comprometido a la dispersión igualitaria de los fondos para las acciones de mitigación y adaptación, la mayor parte de la financiación del clima vendrán de otras fuentes – y estas fuentes no han hecho tal compromiso.
La credibilidad del marco multilateral para hacer frente al cambio climático depende en última instancia de si el mundo desarrollado mantiene su compromiso en movilizar eficazmente las finanzas, no sólo para transformar las economías en desarrollo y los sistemas de energía, sino también para asegurarse de que están fortalecidos y preparados para un clima cambiante.